El águila coronada es una de las aves rapaces más amenazadas del sur de Sudamérica, con una distribución que se extiende desde el sur de Brasil, Paraguay y Bolivia hasta el norte de la Patagonia, con una población estimada en menos de mil individuos adultos y considerada como en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación del a Naturaleza (UICN).
Durante los últimos años se han identificado las principales amenazas para el águila coronada en la región semiárida del centro del país y la mayor parte de ellas tienen su origen en la acción del hombre. Durante más de diez años de estudio de las población de águilas silvestres de águila coronada en la provincia de La Pampa, los investigadores del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces (CECARA) de la Universidad Nacional de La Pampa registraron las causas de mortalidad de águilas en esta provincia, las cuáles incluyeron la persecución y muerte con armas de fuego, la electrocución con tendidos eléctricos y numerosos casos de ahogamientos en reservorios de agua construidos para proveer de este vital fluido al ganado doméstico.
En 2012 se dio inicio a un proyecto en conjunto entre el CECARA y el Center for Conservation Biology de Virginia (EE.UU.) para estudiar los movimientos de dispersión de los juveniles de esta especie. Durante aquel verano, cinco juveniles de águila coronada fueron equipados con emisores satelitales cuando se encontraban aún en sus nidos, los cuales permitieron recibir a través de un satélite la posición de cada uno de ellos cada dos o tres días. Los resultados de este proyecto han permitido describir los grandes desplazamientos que realizan las jóvenes águilas, los cuáles alcanzan centenares de kilómetros a través de diferentes tipos de hábitat y provincias del país, una vez que se independizan de sus padres.
Sin embargo, a poco más de dos años de iniciado el estudio, los resultados en cuanto a la conservación de la especie son más que alarmantes: ninguna de las cinco águilas equipadas con estos emisores en 2012 llegó a sobrevivir más allá de mitad del año 2014, mientras que cuatro de ellas murieron por las causas previamente identificadas como amenazas para la especie y de origen antrópico. De esta forma, la mortalidad de este grupo de individuos nacidos en aquel verano llegó al 100% en un lapso de tiempo muy breve considerando la esperable longevidad natural de esta especie y el largo período requerido para su maduración como ejemplares adultos reproductores.
El proyecto ha continuado ininterrumpidamente desde entonces, equipando con emisores satelitales a nuevos individuos durante los pasados veranos de 2013 y 2014. El pasado sábado un nuevo ejemplar de águila coronada fue encontrado abatido por arma de fuego en cercanías de Colonia la Pastoril. Con este, ya son dos de las águilas monitoreadas con estos emisores desde el verano de 2013 que han muerto también por causas antrópicas. Considerando el total de individuos estudiados (12 águilas), el 60% ha muerto o se encuentra gravemente herida como es el caso de este último ejemplar. La supervivencia media ha sido de poco más de un año y medio y ninguna de estas águilas llego a la edad adulta con posibilidad de reproducirse, madurez que se considera podrían alcanzar entre los 4 o 5 años de edad y cuya estimación con precisión es uno de los objetivos de este estudio. Sin embargo, ante la alta mortalidad observada, los investigadores ven poco probable que dicho objetivo pueda ser cumplido.
Además de una población muy reducida, el águila coronada presenta también otras características demográficas particulares: pone un único huevo por temporada reproductiva durante las estaciones de primavera-verano, pudiendo criar un único pichón si ese intento de reproducción es exitoso. Sin embargo, los resultados de los estudios llevados a cabo por el CECARA muestran que solo en el 50% de los casos las parejas reproductivas logran criar exitosamente a su pichón. En este marco, acciones injustificables como la persecución, el expolio de nidos o la incidencia de causas de mortalidad que podrían ser evitadas con las correspondientes medidas de mitigación, ponen en riesgo la preservación de la especie. Con ella desaparecería una de las especies más emblemáticas de la región, que tiene además un importante papel ecológico como el control sobre las poblaciones de presas silvestres, mayormente serpientes y víboras venenosas, de las que se alimenta.